Uno de los principales conflictos que plantea avanzar hacia un proyecto de integración económica diferente, contrahegemónico, es de carácter político, en tanto que no puede ser liderado por las burguesías nacionales- aunque sí con su participación-, ya que hasta ahora no han sido capaces de romper su subordinación a EE.UU.
En la región se ha operado una reestructuración productiva profunda que ha elevado la prioridad del mercado externo con respecto al mercado interno. Entre 1970 y 1980, el llamado sector externo como componente del PIB regional pasó del 20% al 50%; en trece de los países saltó hasta el 70% y sólo en seis países mas pobres se mantuvo por debajo del 50%.
Esta tendencia se mantiene en la actualidad, como se observara en el caso de la SRNAL. Con ello, no sólo cambió el lugar de América Latina en la cadena mundial de producción y transferencia de valor y plusvalor, sino que también cambió el lugar y papel de las burguesías de la región respecto de las del “centro”. La burguesía local superviviente emergió más subordinada que antes a la burguesía financiera globalizada y también empujada a la especulación comercial y financiera.
A pesar de tales hechos, aún prevalece en la región la creencia por parte de algunos, de que es posible potenciar el mercado interno dentro de los marcos de un proyecto de desarrollo capitalista nacional, liderado por un capitalismo “serio e inteligente”, como ha afirmado Kirchner. La historia de países como Brasil, México y Argentina, las economías más poderosas, ha demostrado el carácter comprador que estas burguesías han desempeñado, que han convertido la estructura económica deformada de estos países en los nichos para su enriquecimiento.
Con el modelo neoliberal, muchas empresas nacionales- las más fuertes- se han integrado a cadenas productivas globales. Datos de Argentina, por ejemplo, refieren que la participación nacional de las mayores 500 empresas se ha reducido al 20,6% y que la reacción de varios sectores de la burguesía argentina ante la pérdida de posiciones frente a las empresas foráneas, no ha sido otra que aliarse a las empresas transnacionales y compartir con el capital extranjero los beneficios surgidos de la explotación del trabajo asalariado.
En la opinión de Quijano, el desarrollo capitalista posible de alcanzar en América Latina ha sido solamente como neoliberalización y por tanto en contra de la creciente mayoría de su población.
Por ello, cuando algunos políticos y académicos se pronuncian por la posibilidad de sustituir el modelo neoliberal por un capitalismo regulado y más centrado en el mercado interno, surgen no pocas interrogantes: ¿quién comandaría ese sistema y se apropiaría de los beneficios? ¿Los burgueses imaginarios o los realmente existentes?
En igual dirección, Atilio Borón, cuestiona que sea posible convencer a la burguesía de Argentina que hoy exhibe grandes tasas de ganancias, además de un ingreso que en el 2003 representó 56 veces más que el 10% de la población más pobre, de que un capitalismo más serio puede evitar tanta injusticia. Por eso, atinadamente, concluye afirmando”...quien quiera hoy hablar de desarrollo, tiene que estar dispuesto a hablar de socialismo; y si no quiere hablar de socialismo, debe callar a la hora de hablar de desarrollo económico.”
Autor: Eloy Samuel Ramírez Acosta - 2008
zonaeconomica.com "Romper el Mito del Desarrollo Capitalista Nacional" [en linea]
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