Argentina salió de la convertibilidad a finales del año 2001 y en Enero de 2002 se devaluó la moneda aproximadamente un 300%. En ese momento, dada la magnitud de la devaluación, se temía una gran inflación, sin embargo, si bien los precios fueron creciendo lentamente, la inflación no constituyó un gran problema para la economía argentina, ya que se mantuvo en valores relativamente bajos, al menos hasta el año 2007.
Luego de cuatro años de fuerte crecimiento económico, comenzaron a surgir problemas estructurales, como escasez energética, insuficiencia de inversión y distorsiones de precios, y fenómenos relacionados con el sector externo, como el aumento del precio de los commodities. En el año 2007, el INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, organismo oficial) publica una inflación muy baja en relación al sentimiento general y a las estimaciones realizadas por consultoras privadas. A esto se suman denuncias por parte de trabajadores de INDEC por manipulación de los índices y también objeciones de analistas con respecto a la metodología, por ejemplo, en vez de utilizarse algunos precios observados, se cambiaron por precios regulados o ficticios (un caso es el de las obras sociales, a las que se les permitió cobrar un plus para muchas prestaciones, sin embargo, el gasto en obras sociales se mantuvo constante. Otro caso es el de la papa, cuyo precio se intentó regular en Bs. As. sin mucho éxito, y se utilizó el precio "regulado").
Además, la inflación de cada provincia se reemplazó por valores ficticios, excepto en San Luis, donde la inflación publicada aparentemente sería similar a la real, lo que explica su alta tasa de inflación. La mayoría de las provincias no plantearon objeciones a esto, aparentemente por presiones políticas, salvo la provincia de Mendoza, que denunció la manipulación del índice de inflación provincial.
Especialistas de la Fundación Mediterránea, indicaron que la evidencia empírica y teórica muestra que en Argentina la diferencias regionales entre las tasas de inflación es muy pequeña y deben marcar una misma tendencia.
Además de cuestiones políticas, el Gobierno tiene otros incentivos para publicar una tasa de inflación menor a la real, porque gran parte de su deuda se ajusta por el índice CER que refleja la inflación, de este modo, al publicar una inflación menor a la real se ahorra millones en intereses. Por otro lado, la publicación de la verdadera tasa crearía nuevas presiones, dado que probablemente esto lleve a ajuste de tarifas de servicios públicos, salarios y alquileres, dando inicio a la conocida espiral inflacionaria.
En las últimas semanas aumentó fuertemente el consumo de bienes durables, como autos y aires acondicionados, mediante la toma de créditos a bajas tasas nominales y tasas de interés reales negativas.
El sentimiento de elevada inflación real sumada al desconocimiento de la verdadera tasa de inflación plantean un escenario de fuerte incertidumbre y una gran disminución de la inversión, que serían un obstáculo para el desarrollo del país a largo plazo.
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