Algunas puntualizaciones
Consideramos que más que un proceso de desmaterialización, lo que estamos presenciando es una afirmación de la concepción de la moneda como signo. Se comparte aquí la utilización del término por parte de la escuela neoclásica en las siguientes dos acepciones. En primer lugar, como sinónimo de intangibilidad; esa gradual evanescencia de la corporeidad monetaria. En segundo lugar, como proceso de abstracción; dónde la moneda es sólo la manifestación objetiva del valor, una forma de valor. No obstante y en rigor, no nos identificamos con el empleo del término “desmaterialización de la moneda”, tan en boga en la nueva expresión doctrinaria de la Escuela Neoclásica, debido a las razones de índole gnoseológica y epistemológica que serán expuestas a continuación.
En la presente definición de signo expresada en las páginas precedentes, se afirma que en el origen, el signo es cualquier cosa material perceptible por los sentidos, que en virtud de ciertas particularidades, puede constituirse en un medio de transmisión de datos sobre otras cosas o procesos. Esta premisa ha sido válida durante la historia de las transacciones mercantiles. Por ejemplo en la transición del trueque originario, dónde existe una identidad simultánea entre ofrecer el producto del trabajo propio y demandar el producto del trabajo ajeno, a la intermediación monetaria de la transacción mercantil, dónde la moneda es una forma del valor, que cumple un papel de equivalente general y transmite una relación social de correspondencia. La moneda recuerda su origen en términos de equivalencias de trabajo intercambiados, es decir su origen material en tanto trabajo humano y por lo tanto fenómeno social. La moneda es en el origen cosa material perceptible por los sentidos, que por convención, es decir, por un acuerdo social, se transforma en herramienta sicológica o signo, en el sentido Vygotzkiano del término, en razón de su función ideal monetaria, para a asimismo responder a su dimensión significativa. Corroborándose aquí la naturaleza dual del signo, en el sentido expresado por Cole, es decir, perteneciente tanto al mundo material, como al mundo ideal.
En este sentido los signos monetarios han sido siempre sustitutos de otras cosas o de otros signos monetarios. La moneda sustituyó al trueque originario, estableciéndose entre la moneda y el trueque una relación de representación, una apariencia en su identidad del ser. En la práctica del trueque se intercambiaban equivalentes de trabajo y al ser remplazado por la moneda, ésta en su representación tomaba la apariencia del intercambio de equivalentes de trabajo. Así el oro como moneda, fue sustituido por el papel moneda y esta a su vez ha venido siendo sustituida por la infinidad de instrumentos monetarios que existen actualmente. Al no ser el signo monetario imagen de procesos materiales no puede por consiguiente reflejar sus propiedades ni las relaciones existentes entre ellos, sólo las representa.
El conjunto de procesos materiales, fenómenos sociales, grados de conocimiento y conciencia, que se designan con un signo monetario determinado, forman la significación de éste. Esta significación no es propia del signo monetario de por sí, como objeto material tangible o intangible, sino que se le imprime por los hombres en dependencia de cómo se utiliza uno u otro signo monetario en la práctica. Sabemos que el signo monetario es convencional, por consiguiente, esto quiere decir que, sus propiedades como artefacto convencional, como entidad singular, no son en absoluto las mismas de los fenómenos materiales que en esencia subyacen tras su forma corpórea monetaria, ni transforman por sí el mundo material, sino precisamente sus propiedades están determinadas por la acción mediada, (Vygotzky una vez más). Como artefacto cultural, acordado por convención entre individuos y mediante la acción mediada por el signo, el signo monetario incide en la conciencia del individuo para después éste interactuar con su entorno. Referirse a un proceso de desmaterialización de la moneda por consiguiente, no puede entenderse sino como el proceso de transformación de la moneda en su aspecto puramente formal; de la forma oro a la forma de moneda electrónica, por ejemplo, dónde su forma se insinúa en un grado mayor de evanescencia.
Consideramos que la expresión material de la moneda, su forma corpórea, es la manifestación exterior de su esencia. Su esencia la encontramos en los fenómenos materiales inherentes a la economía real; trabajo humano por ejemplo. Su esencia es la base interior, la fuente interior de los fenómenos a los cuales la moneda debe su existencia. Mal podría hablarse entonces de desmaterialización de la moneda. Esta expresión nos llevaría más a pensar en la desvinculación de la moneda del trabajo, en el sentido de la autonomización de la moneda del agente humano, una moneda loca sin control que se reproduce a sí misma dónde no es la necesidad humana la que guía el gasto de sudor, nervio, músculo y cerebro, sino por el contrario, la forma abstracta de esa energía autonomizada bajo la forma de moneda que subordina así misma la satisfacción de las necesidades humanas, desenmascarándose así el carácter puramente fetichista que subyace en su desacertada definición ontológica.
Para finiquitar lo expuesto y a manera de suscitar el debate, retomemos las palabras de Marx:
´´…el oro funciona como dinero, allí donde tiene que presentarse en su corporeidad áurea (o argéntea) y por tanto como mercancía dineraria; o sea ni de modo puramente ideal, como en la medida de valor, ni siendo pasible de representación, en cumplimiento de su función como medio de circulación… Por otra parte, funciona también como dinero allí donde su función, la desempeñe en persona o a través de un representante, lo fija como figura única de valor o única existencia adecuada del valor de cambio, frente a todas las demás mercancías en cuanto simples valores de uso…´´
De las anteriores aseveraciones se desprende la siguiente conclusión que será enunciada para finalizar el presente ensayo.
Nos identificamos con Marx, en términos generales, en cuanto a que la existencia de la moneda se escinde de la sustancia del valor, y en particular, en cuanto a que la existencia funcional de la moneda absorbe su existencia material. Esto quiere decir que en el cumplimiento de su función como medio de circulación o medio de pago, la moneda ha venido requiriendo de su presencia material como tal; material áureo, simple papel o plástico o en la última modalidad material, el silicio, en su versión de moneda electrónica. Inclusive como registro material contable en una cuenta del FMI, como es el caso del DEG. No obstante, en su calidad de medida de valor, la moneda es una expresión puramente ideal, y por consiguiente, en la medida en que se escinde de la sustancia del valor, esto es, se desvincula del trabajo humano, contraría su génesis material originaria a la cual debe su existencia.
El aspecto ideal de la moneda como signo, es lo que hace posible proyectar, para bien o para mal, la historia de los cambios monetarios en un futuro imaginado, dónde el elemento fiduciario o de confianza es determinante, para retrotraerlo luego al presente bajo el aspecto de la convencionalidad, y así poder organizar, en el mejor de los casos, o restringir, en la mayoría de los casos según se constata en el actual ordenamiento monetario internacional, el desarrollo económico de una sociedad.
Autor: Liborio Orejuela
Mitú, Mayo de 2004
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