La Iglesia latinoamericana, tanto en Medellín como en Puebla, denuncia el hecho de que los países subdesarrollados de América Latina se ven encerrados en la aparentemente rígida alternativa capitalismo-comunismo, permaneciendo dependientes “... de uno u otro de los centros de poder que canalizan su economía .” Para los obispos el capitalismo liberal y el colectivismo marxista brotan de una raíz común que es la idolatría de la riqueza y del lucro, lo único en que respecto de ello divergen los dos sistemas es el sujeto a quien ha de beneficiar el enriquecimiento, los individuos en un caso y la colectividad en el otro. “ La economía de mercado libre, en su expresión más rígida, aún vigente como sistema en nuestro continente y legitimada por ciertas ideologías liberales, ha acrecentado la distancia entre ricos y pobres por anteponer el capital al trabajo, lo económico a lo social ...” Una de las bases del sistema económico capitalista es la de afirmar y hacer creer que no existen alternativas, que es necesario empujar la liberalización hacia adelante con el fin de poder resolver los problemas y que el mercado es el verdadero regulador de la sociedad. Lo que no se reconoce es que el mercado es una relación de fuerza que construye las desigualdades y las requiere para poder reproducirse, pertenecen a su propia lógica la rivalidad de intereses, la competencia, el triunfo del mejor, el incremento del beneficio, la reducción de los costos de producción, la flexibilización del trabajo... con lo que la relación social entre los miembros necesariamente tiende a la desigualdad.
La liberalización del comercio mundial produce en muchos países un crecimiento en el bienestar y un aumento en las riquezas, pero provocando consecuencias inaceptables, como la creciente concentración del poder económico en las manos de poquísimas personas y sociedades multinacionales. Tal concentración está condicionando el poder político, frecuentemente impidiéndole de realizar su objetivo de custodiar el bien común: el resultado es una sociedad en la cual conviven riquezas y pobrezas extremas, en las cuales se niegan los derechos humanos individuales y sociales.
El problema grave de este liberalismo económico se debe a su visión individualista del hombre, “... se ciega a las exigencias de la justicia social y se coloca al servicio del imperialismo internacional del dinero, al cual se asocian muchos gobiernos que olvidan sus obligaciones en relación al bien común .” Ya la PP , en el número 26 declaraba al sistema capitalista como un “... nefasto sistema... ”, señalando que este “... liberalismo sin freno ...” conduce irremediablemente a la dictadura que se erige “... como generadora del imperialismo internacional del dinero .” La dictadura económica a la que aquí se refiere, es aquella de la que hablara Pío XI en su encíclica social ; la concentración, no sólo de la riqueza, sino también del poder y la “... prepotencia económica despótica en manos de muy pocos ...” que siendo “... dueños absolutos del dinero, gobiernan el crédito y lo distribuyen a su gusto ...” es decir que “... administran la sangre de la cual vive toda la economía, y que de tal modo tienen en su mano, por decirlo así, el alma de la vida económica, que nadie podría respirar contra su voluntad ...”, ha traído como consecuencia, y surgido del individualismo materialista, que la “ prepotencia económica ” y la “ ambición del predominio ” sustituyan al mercado libre, y por ello “... toda la economía se ha hecho extremadamente dura, cruel, implacable ...” Es en este mismo sentido, en el plano de las relaciones internacionales donde “... se ven dos corrientes que manan de la misma fuente: de una parte, el nacionalismo o también el imperialismo económico; y de otra, el no menos funesto y detestable internacionalismo del capital, o sea, el imperialismo internacional del dinero ...”
Por otro lado, en el documento latinoamericano de Puebla, se acusa a las ideologías marxistas de haberse propagado “... con la promesa de una mayor justicia social. En la práctica, sus estrategias han sacrificado muchos valores cristianos y, por ende, humanos, o han caído en irrealismos utópicos, inspirándose en políticas que, al utilizar la fuerza como instrumento fundamental, incrementan la espiral de la violencia .” Ya en la primera encíclica social en el año 1891, frente a la miseria de la clase obrera y frente a la presentación de los socialistas como opción de cambio mediante la eliminación de la propiedad privada, la Iglesia propugnaba mantener el sistema vigente pero con el establecimiento de una comunicación entre las partes del conflicto, el estado y la Iglesia misma. Ya que “... los socialistas empeoran la situación de los obreros todos, en cuanto tratan de transferir los bienes de los particulares a la comunidad, puesto que, privándolos de la libertad de colocar sus beneficios, con ello mismo los despojan de la esperanza y de la facultad de aumentar los bienes familiares y de procurarse utilidades .” En dicha encíclica, se ponía de manifiesto el rechazo a la violencia mediante la lucha de clases, presentando la opción de una sociedad armónica que genere cambios en los cuales todos sean partícipes.
Además, la idolatría de la riqueza convierte al marxismo en otro capitalismo más, aunque no de especie individual, sino colectiva. La burguesía es reemplazada por la burocracia, los propietarios privados por los funcionarios públicos, el lucro individual por la mística del productivismo colectivo, la economía de los oligopolios por el monopolio excluyente del gobierno, los muchos patrones por un patrón único. Tal como en el número 313 de DP se pronuncia; en el marxismo “... La meta de la existencia humana se pone en el desarrollo de las fuerzas materiales de producción. La persona no es originalmente su conciencia; está más bien constituida por su existencia social. Despojada del arbitrio interno que le puede señalar el camino para su realización personal, recibe sus normas de comportamiento únicamente de quienes son responsables del cambio de las estructuras socio-político-económicas. Por eso, desconoce los derechos del hombre, especialmente el derecho a la libertad religiosa, que está a la base de todas las libertades .” Es decir que la economía resulta en una actividad que permita asegurar las bases materiales del bienestar físico y cultural del conjunto de los seres humanos.
La GS es tajante en la oposición a los sistemas preponderantes, asegurando que “... No se puede confiar el desarrollo ni al solo proceso casi mecánico de la acción económica de los individuos ni a la sola decisión de la autoridad pública. Por este motivo hay que calificar de falsas tanto las doctrinas que se oponen a las reformas indispensables en nombre de una falsa libertad como las que sacrifican los derechos fundamentales de la persona y de los grupos en aras de la organización colectiva de la producción ...”
Diaz Almada "Rechazo a los Sistemas que se proponen como única Alternativa" [en linea]
Dirección URL: https://www.zonaeconomica.com/node/532 (Consultado el 27 de Abr de 2019)