La determinación del desarrollo a lo largo de la historia ha sido objeto de polémica, en las que se han debatido sobre posibles soluciones. América Latina enfrenta hoy grandes desafíos en el campo del desarrollo económico, social y humano, pues resulta evidente que la región no ha avanzado en su situación económica y social, como esperaban algunos. Más aún, ha habido retrocesos en varios campos esenciales del desarrollo, no sólo en el terreno de la economía, sino también en la lucha contra la pobreza y la búsqueda de sociedades más equitativas. Algo anda mal en la estrategia de desarrollo de la región.
Las reformas económicas impulsadas por el llamado Consenso de Washington, no han dado los resultados que se prometieron, sin embargo, sus propulsores continúan insistiendo en que su aplicación ha sido incompleta y debe ser aún más intensa. Un ejemplo elocuente es el de Argentina en 1997 y comienzos de 1998, país elogiado desde Washington por sus esfuerzos reformistas y cuyo presidente era invitado a mostrar las grandes realizaciones de su economía, por constituir un modelo de lo que debía hacerse en el resto de las economías latinoamericanas.
En el 2002, Argentina completaba cuatro años de recesión que dieron lugar a una caída alarmante del producto interno bruto e intensos estallidos sociales que terminaron con la caída del gobernante neoliberal de turno.
Para concebir una idea diferente del desarrollo, es necesario concederle mayor atención al proceso de ampliación y fortalecimiento del mercado interno, en tanto ello está íntimamente relacionado con la pertinente distinción entre crecimiento y desarrollo.
Desde los años de la post-guerra hasta el presente, se ha ido variando la visión sobre la relación entre el crecimiento económico y el desarrollo. El concepto burgués sustentado solo en el crecimiento económico y en la ampliación de las riquezas, medido en indicadores netamente de carácter económico, es decir como la elevación del ingreso por habitante, ha ido quedando atrás en el pensamiento de avanzada.
En nuestro país, correspondió a Carlos Rafael Rodríguez ser el primero de nuestros economistas que planteara la diferencia entre desarrollo y crecimiento económico. “Una economía puede crecer sin que avance hacia su real desarrollo. El desarrollo es una clase especial de crecimiento que asegura a un país crecer constantemente y a través de la autoimpulsión de su economía”.
Este autor defendía con ello que el crecimiento económico era una condición necesaria, pero no suficiente.
Para los países subdesarrollados, hablar de desarrollo abarca la tecnificación de la agricultura y el desarrollo industrial, de modo que se alcance un crecimiento armónico y proporcional de los sectores de la economía nacional, es decir, un proceso de crecimiento balanceado y autosostenido de la economía, que asegure las transformaciones de la estructura económica y social y además, sea capaz de garantizar la satisfacción creciente y estable de las necesidades materiales y espirituales de la colectividad humana, en especial, de todos aquellos que hasta entonces estuvieron marginados o excluidos.
La idea burguesa de medir el desarrollo basado en el crecimiento económico discrimina el potencial humano y la capacidad de éste, reduciéndolo a un recurso.
Es necesario que las políticas de desarrollo anden acompañadas de procesos de mejora en la educación y en el sistema de salud, de reformas agrarias que garanticen la equidad en el campesinado y de un fuerte sentido de igualdad para poder concretar la verdadera esencia del desarrollo.
Alcanzar ese tipo cualitativamente superior de crecimiento, presupone no solo transformaciones estructurales, económicas, sino también culturales, sociales y, ante todo políticas, en tanto que requiere la adopción de decisiones que influyen sobre los intereses económicos creados.
El desarrollo como proceso, debe incrementar el bienestar de la comunidad, mediante el establecimiento de actividades económicas y sociales que aprovechen, fundamentalmente, los recursos humanos, materiales y económicos propios. . La idea del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de tratar de pensar globalmente y actuar localmente, sugiere la necesidad de fomentar la participación de las comunidades locales en los planes de desarrollo, es decir, convertir a los territorios en efectivos transformadores de su realidad e impulsores del desarrollo, como fórmula para ajustarse al máximo a las necesidades y peculiaridades del entorno local, todo ello dentro de los marcos de una política económica nacional coherente, puesto que no se trata de poner a competir a unos territorios con los otros.
Un destacado economista brasileño, refiriéndose a las restricciones financieras internacionales que determinan la limitada disponibilidad de capital para la inversión, afirma: “Desde esta óptica, el que quiera crecer, tiene que hacerlo desde adentro y hacia dentro. Tiene que crecer con la expansión del mercado interno, el mercado interno de consumo, básicamente el mercado interno de consumo popular”.
Con ello, está subrayando que el desarrollo de los países subdesarrollados no podrá hacerse depender de la dinámica del desarrollo de las potencias mundiales; sino que son los propios subdesarrollados quienes tienen que poseer la voluntad política para transformar la región desde dentro.
La investigación realizada permite sugerir la conveniencia de potenciar un desarrollo autocentrado, basado en el fortalecimiento y ampliación del mercado interno de los países subdesarrollados, de modo que utilicen y potencien sus propios recursos, en especial el factor humano.
Autor: Eloy Samuel Ramírez Acosta - 2008
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