La Sociedad de la Información

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¿Un nuevo renacimiento?

por Sergio Octavio Contreras

Las transformaciones dentro del cambio tecnológico, social o económico han dado a lo largo de la historia cambios sustanciales en las estructuras formales e institucionales.

Los periodos de desarrollo han estado relacionados a la formación de nuevo conocimiento a través de la invención de artefactos tecnológicos. En la antigüedad tal premisa estaba marcada por la necesidad individual. La implementación de una invención y su difusión marcan las revoluciones técnicas o tecnológicas.

Los cambios en los sistemas han estado presentes desde la aparición de la agricultura, hasta los efectos que puede generar un nuevo artefacto como es el origen del feudalismo marcado por la invención del estribo como artefacto que generó a su vez la caballería y un nuevo orden social (1).

Dentro del periodo conocido como el Renacimiento (1400-1600) la aparición de nuevas técnicas propició el desarrollo de instrumentos que generarían siglos después modificaciones en los sistemas sociales, políticos y económicos. Sin embargo en este periodo no se puede hablar de una revolución tecnológica a partir de la llegada de inventos que generen nuevas estructuras a pesar de la revolución científica, pues no se originó un cambio social y político profundo. Hubo una proliferación de ideas que jamás fueron ejecutadas porque no se contaba con el conocimiento para llevarlas a cabo, o porque simplemente aun no se desarrollaban los materiales necesarios.

Cabe destacar que antes de este periodo, durante la Edad Media y el mundo antiguo el retraso tecnológico es entendido por los fines del conocimiento:

“The ancient World was caracterizad by a clear, almost total, divorce between science and practice. The aim of ancient science, it has been said, was to know, not to do; to understand nature, no to tame her” (2).

En la Edad Media la construcción de artefactos e inventos no formaron parte de un conocimiento científico. Las aportaciones en la revolución científica a partir de Copérnico, Galileo y Newton, sentaron las bases para el nacimiento de nuevos paradigmas que llegaría a transformar parte de la cosmogonía y en un futuro no muy lejano los sistemas de producción, las relaciones sociales e incluso las formas de gobierno durante los siglos XVIII y XIX.

En sus albores tal revolución científica no dio lugar a una revolución tecnológica en sus primeros siglos, pero si originó las bases para la expansión del comercio y la llegada de un nuevo sector social y estatal a partir del siglo XVIII donde la agricultura (producción) y los derivados (textiles, metalurgia) desarrollaron la primera revolución tecnológica que generó una posterior innovación (3).

Pensamiento fantástico y científico.

Considerado como una ruptura violenta con el pasado y la implantación de un nuevo orden, el Renacimiento heredó un lugar decisivo a las ciencias, al eliminar los restos de sistemas conceptúales escolásticos. Un ejemplo es la doctrina medieval que consideraba que la tierra era plana, consideración que fue puesta en crisis por la teoría de Copérnico y su sistema heliocéntrico, y posteriormente por Giordano Bruno (S. XVI), quien dio un pasó más al considerar que las estrellas son soles de otros sistemas planetarios que se extienden sin fin en el universo ilimitado.

Durante el cambio sobre la percepción del mundo a partir de un nuevo paradigma, en el Renacimiento se registra una divergencia de conocimiento entre occidente y oriente.

Por ejemplo los chinos cuyas creencias cosmológicas no impedían los cambios celestes, habían registrado la aparición de muchas estrellas nuevas en los cielos en fechas mucho más tempranas antes que los postulados de Galileo. Mediante el uso de instrumentos tradicionales, algunos tan sencillos como un hilo, los astrónomos de finales del siglo XVI descubrieron repentinamente que los cometas vagabundeaban a su arbitrio a través del espacio anteriormente reservado a los inmutables planetas y estrellas. Después de Copérnico los astrónomos vivían en un mundo distinto debido a que los cambios en la percepción científica transforman los paradigmas (4).

En su obra “Descubrimiento del mundo, descubrimiento del ser humano, el historiador francés J. Michelet (1854) resumió en pocas palabras las innovaciones técnicas durante los siglos XV y XVI como Renacimiento, concepto que marcó una época dentro de la historia humana. Este término también lo utilizó Maquiavelo a principios del siglo XVI, al generalizarse la idea de un surgimiento del arte de la antigüedad, donde los horizontes de la geografía, la astronomía y la investigación de la naturaleza se ampliaron bruscamente.

La corriente filosófica del humanismo que como parte del Renacimiento se desarrolló sobre todo en Europa y específicamente en Italia, abarca desde los primeros ensayos de Francesco Petrarca, un modo de vida basado en la unión de un lenguaje cultivado y una filosofía relacionada a la moral, sobre la base del conocimiento filológico de las sociedades antiguas. La filosofía de la época de transición de la Edad Media a la Edad Moderna se ocupaba crecientemente de los seres humanos, de la naturaleza y de la historia.

Los límites entre ciencia y filosofía no fueron claros en el Renacimiento. Leonardo Da Vinci era uno de tantos que pasaban libremente de un campo científico a uno artístico, campos que sólo más tarde se convirtieron en terrenos categóricamente distintos (5). Incluso después del fin de este intercambio, el término arte siguió aplicándose tanto a la tecnología como a los oficios, al considerarse ambos progresivos, pero también a la pintura y a la escultura.

La filosofía renacentista postuló la contemplación de la naturaleza, la mirada hacia el exterior del cosmos cerrado, autoconciencia y aparición de la individualidad humana (Nicolas de Cusa, Marsillo Facio S. XV), planteamientos que empezaron a desplazar en el Renacimiento una imagen específica del mundo dominado por la teología y las explicaciones mitológicas sobre los acontecimientos naturales, siendo completadas las nuevas premisas y también extendidas por el conocimiento desarrollado durante el periodo Barroco (S. XVII), donde sobre todo se adquirieron nuevos fundamentos próximos a la experimentación.

Revolución científica

En el Renacimiento las innovaciones de herramientas fueron decisivas para colocar al ser humano como el centro del universo. Francis Bacon en un libro publicado en 1620 afirmó que las innovaciones decisivas durante esta época fueron la imprenta que revolucionó completamente tanto el sistema educativo como informativo en conexión con el auge de las ciudades-estado y de una burguesía que accede a la lectura; la pólvora como nuevo instrumento bélico que vino a sustituir las espadas y los escudos mediante el desarrollo de armas de fuego; y las brújulas que ampliaron los horizontes de los navegantes con los descubrimientos geográficos de gran trascendencia que marcaron la colonización de nuevas tierras (Colón, Vasco de Gama).

Otras invenciones fueron el reloj, el guanaco (utilizado para tratar la sífilis), la destilación, el gusano de seda y las espuelas que permitían el combate armado a caballo. A diferencia del comercio, el resto de los sectores productivos como la agricultura, industria y minería no sufrieron modificaciones importantes en sus estructuras.

El pensamiento científico preparó a la sociedad para la llegada de nuevos inventos y una nueva relación entre la ciencia y la tecnología, aun débil, pero que traería cambios técnicos durante los siglos XVII y XVIII en los sectores textil, metalurgia y químico pero principalmente con la aparición de la máquina de vapor (1769) que originó un cambio constante de tecnología y la llegada de la Revolución Industrial que generó entre otros factores, cambios en la división del trabajo y modificaciones en las clases sociales a partir de nuevos roles económicos (empresarios y trabajadores).

La búsqueda de innovaciones y nuevos paradigmas se remontan a una época reciente. Los historiadores han buscado los orígenes de la innovación hasta acontecimientos que tuvieron lugar en Europa durante la época del Renacimiento.

En este periodo se descubrió que la exploración geográfica llevó a los occidentales a conquistar nuevas tierras, la observación astronómica confirmó la existencia de nuevas estrellas en los cielos hasta ahora inmutables; la escolástica medieval a partir de un teocentrismo fue sustituida por nuevos sistemas filosóficos y el renacer del humanismo; y la ciencia moderna presentó una concepción revolucionaria del universo.

Hasta los primeros dos ciclos de las revoluciones industriales explicadas por Kondratieve, la tríada renacentista que unía dominio de la naturaleza con novedad y progreso, se convirtieron en factores endógenos para estimular un futuro cambio tecnológico, la innovación como segunda fase y la difusión de artefactos en otras sociedades.

Cabe señalar que la mayoría de los inventos durante las primeras fases de la revolución industrial, no los hicieron científicos, sino gente con poca o ninguna educación que experimentaba en busca de nuevas y mejores soluciones a problemas urgentes (6).

En el Renacimiento la mayoría de los inventos e innovaciones técnicas carecían de un vínculo científico y predominaron ideas para la construcción de máquinas irrealizables. Un ejemplo es la colección de máquinas visionarias de Leonardo Da Vinci. Entre los aparatos dibujados por el pintor, destacan artefactos voladores, paracaídas, tanques blindados, ballestas y catapultas gigantes, trajes de buceo, buques, un vehículo impulsado por resortes, un pequeño navío de combate, pistolas, una máquina de vapor y un cañón de vapor (7).

La creación de artefactos fantásticos en la mayoría de los casos no pasó de ser un diseño esquemático: una de las ideas más desarrolladas desde los albores del bizantino hasta el siglo XVII fue la creación de una máquina del movimiento perpetuo, idea generalizada durante el Renacimiento y que perduró en Europa hasta el siglo XIX y en Estados Unidos a principios del siglo XX.

La difusión de las novedades también generó nuevos sistemas. Un ejemplo ocurrió en 1543, cuando tres viajantes portugueses fueron los primeros europeos en visitar Japón, llevaban consigo dos trabucos, armas de fuego de carga frontal desconocidas en Asia. Los japoneses se impresionaron por las armas primitivas que las compraron y pusieron a trabajar a sus espaderos en la reproducción. Al cabo de una década los escopeteros de todo Japón producían gran cantidad de armas de fuego con base en los diseños portugueses, las cuales se utilizaron para la década de 1560 en forma rutinaria por doquier, y para 1575 resultaron decisivas en una de las grandes epopeyas militares de la historia nipona, la batalla de Nagashino (8).

Para bastantes investigadores uno de los mayores inventos que simbolizan a este periodo histórico es el invento de la imprenta por Johann Gutenberg en 1440. La revolución tipográfica se basó en el tipo metálico y en la prensa impresora de tornillo, la cual presionaba uniformemente el papel contra la superficie tintada de la plancha con una composición de tipos móviles.

A partir de este invento se ha asociado la mentalidad moderna con la aparición de la imprenta, la secularización y comercialización de material impreso, la revuelta protestante contra las autoridades papales de la Iglesia Católica en 1517, (Lutero, Bugenhagen, Rótterdam, Melanchton y Forster), la aparición de la ciencia moderna (Descartes, Newton, Bacon) y el desarrollo de la educación.

Renacimiento y tecnología

La llegada de un boom científico y la aparición de la imprenta (revolución inadvertida según Elizabeth Eisenstein), han sido relacionados en la última década con los efectos de las nuevas tecnologías de la información y el conocimiento.

Antes de la imprenta el libro que era fabricado manualmente, representaba en el mercado un artículo de lujo dado sus elevados precios, el cual podía ser adquirido sólo por las clases burguesas. Con la impresión móvil el libro adquirió un bajo precio y se volvió popular, acercando una gran cantidad de información a públicos vastos, modificando parte de la vida social y convirtiéndose en símbolo de conocimiento y de cultura (9).

Las llamadas nuevas tecnologías de la información y el conocimiento utilizan la materia prima de los libros para almacenar datos: las palabras. Si en el principio fue tinta y letras, con la llegada de las revoluciones del siglo XX de la informática (energía eléctrica) y la comunicación (computación), las palabras escritas se transformaron en bites.

En el Renacimiento prevaleció una revolución científica ligada a cambios técnicos y descubrimientos de nuevos mundos. En el último siglo de nuestra era las revoluciones fueron tecnológicas a partir del conocimiento cultivado desde los albores renacentistas. Las novedades técnicas del siglo XV fueron aceptadas y utilizadas por los grupos sociales sin que esto implicara una transformación en los sistemas, como el económico o el agrícola. Analógicamente la innovación del siglo XXI nace de la tecnología y el desarrollo industrial con influencias externas, como una posible nueva revolución de todos los sistemas establecidos a partir del conocimiento (10).

Al igual que el Renacimiento tenía mucho de fantástico y vago, la nueva arquitectura de conocimiento de las tecnologías de la información también tienen mucho de efímero e irrealizable. La nueva sociedad a partir de las redes puede bien asemejarse al Renacimiento y sus postulados filosóficos: como elemento de libertad o de opresión (11).

¿La sociedad contemporánea está frente a una revolución tecnológica? ¿Es un nuevo Renacimiento a partir de la tecnofilia, de la construcción histórica a partir de las máquinas y del dominio económico?. Preguntas aun sin responder ante el pantanoso asunto de qué es conocimiento en un mundo globalizado y hasta donde llega la ciencia en el desarrollo tecnológico. Renacimiento y tecnologías, representan dos historias diferentes, distantes en el tiempo pero ligadas con el cordón umbilical del conocimiento científico.

Referencias:

1. White Jr. Lynn, tecnología medieval y cambio social. Buenos Aires, Paidós, pág. 17-54.

2. Finley M. Technical innovtion and economic progress in the Ancient World, Economic History Review. Second series (vol. XVIII, no. 1, August, 1965, pág. 29-45).

3. Kondratieve N., Las Ondas Largas de la Economía, Revista de Occidente, Madrid 1946.

4. Kuhn, Thomas S. La Estructura de las Revoluciones Científicas; Editorial FCE, México 2004. Pág. 2001-2003

5. E. H. Gombrich, Arte e Ilusión: Estudio sobre la psicología de la representación pictórica; Editorial Gustavo Gilli, Barcelona 1979. Pág. 25

6. Boserup Esther, Población y cambio tecnológico. Editorial Crítica. Barcelona Pág. 1-51

7. Basalla George, La Evolución de la Tecnología, Editorial Crítica, Barcelona 1991 Pág. 93-94

8. Ibedem, pág.

9. Simone Rafael, La Tercera Fase. Editorial Taurus, España 2000. Pág. 10

10. Mokyr Joel, Are we living in the middle of an Industrial Revolution?. Federal Reserve Bank of Kansas. 1997.

11. Castells Manuel, La Galaxia de Internet. Editorial Plaza Jánes, España 2001. Pág. 305

* Estudiante del Doctorado en Sociedad de la Información de la Universidad Oberta de Cataluña (UOC)

fuente: opinionpress.com

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