La Energía como Valor de Referencia Monetario
Evolución de la economía en consonancia con la sociedad
Autor: José Ramón Varela Fernández
En las sociedades actuales que se basan en el comercio como forma esencial de relación y evolución, es necesario disponer de un valor de referencia común que permita a todas las partes conocer el valor de los bienes y servicios ofertados y así poder decidir si se intercambian. El valor estable del patrón usado y que esté disponible de forma extensa son las dos características que han definido durante muchos siglos al oro y a otros materiales preciosos como valores de referencia, al ser elementos siempre en demanda y fácilmente intercambiables.
El aumento de la población de forma exponencial supuso que la segunda condición se viera en peligro, pues o no hay suficiente oro como para acuñar moneda de forma práctica para miles de millones de personas, o bien no interesa a quienes poseen grandes stocks de oro su reparto y perder así su influencia económica, como es el caso de los estados y los bancos. La solución a este dilema fue el uso masivo de papel moneda y similares, con un valor equivalente en oro teórico, pero que en la práctica no se corresponde con la realidad. Para los estados el imprimir moneda es como crear lingotes de oro de forma mágica, y en un principio tuvo buenos efectos dinamizando enormemente el comercio a nivel mundial, pero se cayó en el peligro de la inflación. Al existir demasiado papel moneda, y al cambiarse el nuevo valor de referencia del oro al Dólar, este comenzó a perder su posición debido a su abusiva impresión produciéndose inflación fiduciaria, además de estar ligada su posición a un país en concreto.
Hoy en día se pretende sustituir al Dólar por otro valor de referencia, como puede ser una moneda internacional, o bien regresar al patrón del oro, al fin de proporcionar a los mercados y a las economías la estabilidad que tanto necesitan. En este momento de decisión debemos observar tres aspectos si no queremos caer en los mismos errores del pasado:
-Primero, los mercados van a estar escarmentados del fracaso del Dólar de papel como valor de referencia, que además fue manipulado por parte de los "jugadores" a su antojo durante mucho tiempo. Esto da a suponer que los nuevos "gestores" de una posible moneda común volverán a hacer lo mismo, resultando perjudicados el resto de jugadores del juego convenido. El nuevo valor no puede ser volátil ni variar con la acción de ninguna de las partes.
-Segundo, con siete mil millones de personas en el planeta es muy difícil usar oro físico como valor de referencia. Los propietarios actuales de los stocks no van a distribuirlos de forma masiva entre la población para su uso como moneda, pues perderían su influencia financiera. Eso sí, el oro puede ser un valor paralelo de intercambio muy sólido y útil.
-Tercero, el mundo ha cambiado en los últimos tiempos, y la forma que hemos tenido en el último siglo y medio de entender el comercio y la industria nos ha llevado a dañar los ecosistemas de forma grave, y esa no es una experiencia que nos podamos seguir permitiendo. El nuevo sistema que se instaure debe de proteger al planeta y a sus habitantes, y esta no es una condición negociable. Conseguir resultados económicos no puede ser equivalente a explotar recursos sin control y a contaminar.
En este punto ya se puede definir como debe de ser el nuevo valor de referencia: de valor conocido e igual para todos a nivel internacional y que no pueda ser manipulado, de acceso fácil y manejo práctico, y que fomente el uso racional de los recursos a nivel mundial y por parte de todos. A la luz de nuestra realidad sólo existe un elemento conocido en todos los rincones de la tierra que es accesible y que se usa cada vez de forma más cuidadosa, pues es un bien valioso, y que además el hecho de usarlo de forma comedida y sin malgasto supone cuidar el medio ambiente. Estamos hablando de la energía.
La energía es lo que se necesita para hacerlo todo, tanto para extraer recursos como para procesarlos y posteriormente consumirlos y devolverlos al sistema. Un kWh de energía es el mismo en el ecuador que en el polo, independientemente de cualquier variable política o social que impere, y además su valor no puede ser modificado ni falsificado. Por ello cumple la primera premisa antes descrita. Además a su nivel, todo el mundo tiene acceso y maneja energía, cumpliendo con ello la segunda premisa. Es necesario meditar si la energía cumple la tercera premisa sobre el cuidado del medio ambiente. La energía es caprichosa, en el sentido de que si se usa de forma descuidada se pierde, y por ello es necesario usar las mejores técnicas para su uso, lo que supone generar menos energía y por tanto contaminar menos. Además el hecho de usar técnicas cada vez más sofisticadas y eficientes ayuda a aumentar la calidad de los procesos y de los productos elaborados. Simultáneamente, cuando usamos mejores tecnologías y menos energía reducimos el coste de nuestros productos por lo que somos más competitivos comercialmente. El reciclar supone un gran ahorro energético a la hora de conseguir recursos, por lo que hacerlo nos hace más eficientes económicamente. Podemos por tanto afirmar que el uso de la energía como valor de referencia monetario cumple con la premisa de ayudar a cuidar el entorno.
Otras cualidades que reúne la energía como medio de pago son: ser transportable, divisible, duradera y homogénea gracias al uso de sistemas informáticos; su demanda existe de forma previa, constante y futura, lo cual significa que no puede ser devaluada nunca; finalmente, su escasez relativa es alta y su precio aumenta constantemente, pues solo puede ser generada la que va a ser usada, perdiéndose la que sobra, lo cual refuerza su carácter indevaluable. La energía como moneda evita los peligros de la inflación, pues en un mercado competitivo los productos más baratos cobran ventaja, y cuanto más eficiente es un fabricante más vende sus productos. De esta forma la tendencia de los precios a escala global pasa de un aumento continuo inflacionista a un descenso continuo denominado deflación sana, hasta un mínimo posible que supone la excelencia del uso energético. Con el uso de las modernas tecnologías informáticas es posible contabilizar los valores de energía "acumulados" por cada ciudadano en su uso cotidiano, de la misma manera que hoy en día lo realizan las entidades bancarias con la moneda convencional, y también se pueden imprimir billetes con equivalencia energética si son garantizados por las empresas generadoras de energía. Obviamente la energía no puede ser almacenada de forma eficiente para su uso como moneda física, pero tampoco interesa hacerlo, pues es mejor generarla cuando sea necesario por razones de uso físico, y simplemente registrar sus valores para su uso económico. En realidad esta es una práctica habitual para muchos tipos de valores y mercancías a nivel mundial, y no supone ya ningún reto.
En cuanto a los aspectos de durabilidad y atesorabilidad, esto es el mantener su valor entre su compra o ahorro y su venta, sólo basta con darse cuenta de que el hecho de acumular cualquier material perdurable, equivale a acumular energía, la energía que se usó en su extracción y manipulación. Si ese material es oro el valor de lo ahorrado es doblemente sólido, pues a la equivalencia energética como materia prima se suma la solidez del oro como valor históricamente respetado por su escasez y demás propiedades monetarias. En todo caso usando un doble sistema oro-energía carente de inflación es perfectamente válida la emisión de papel moneda con equivalencia en oro o energía, de forma conjunta o simultánea, para su uso como medio de ahorro y pago, pues los valores están garantizados no solo por las reservas de oro que puedan existir, sino también por todo un entramado de generación energética imprescindible para la sociedad.
Es muy beneficioso el uso de la energía como método de ahorro para el desarrollo económico de la sociedad. Por un lado ofrece una gran seguridad en cuanto a que su valor no se devalúa con el tiempo y ello da seguridad al ahorrador. Incluso puede verse beneficiado por un ligero incremento de valor a largo plazo, pues con la mejora de los sistemas de producción en el tiempo, la misma cantidad de energía permite fabricar más bienes, y por tanto comprar más. En cuanto al medio ambiente, el ahorro permite no emitir contaminación innecesariamente, y llegado el momento de producir, las técnicas habrán mejorado ligeramente gracias a la competencia entre fabricantes y la contaminación será menor. Por otro lado, el ahorro aunque da seguridad, no ofrece una gran rentabilidad a corto plazo, por lo cual la energía no es un bien especulativo por naturaleza. Al no ser así, no se almacenarán grandes cantidades de energía, que en realidad representa una cierta capacidad productiva, si no que se pondrán en el mercado donde generarán riqueza real en forma de bienes y servicios. Este factor ayuda de forma definitiva a reducir los niveles de desempleo en la sociedad que adopte la energía como moneda.
A efectos prácticos la medida de energía, en julios o kWh, es lo que recibe el trabajador como salario por su esfuerzo y por su aportación energética al puesto de trabajo, tanto en concepto de esfuerzo físico, mental y de aportación de conocimientos, así como de su transporte diario y otros gastos implícitos, en consonancia con las leyes del mercado; es con ese salario percibido con lo que pagará los productos que consuma, cuyo precio será la suma de las energías necesarias para su creación y obtención de materias primas, mano de obra, y también la misma energía necesaria en sus diversas formas, sin olvidar los márgenes de beneficios del fabricante. El transporte es un gasto adicional de energía, por lo que la tendencia será a vivir y consumir productos en áreas próximas, reduciéndose así las emisiones contaminantes. Este sencillo efecto puede solucionar uno de los grandes problemas de los estados actualmente como es el enfrentarse al cambio climático, y de paso reducir la dependencia del crudo importado. Además, el hecho de importar energía, por ejemplo en forma de petróleo o carbón, será antieconómico, pues hay que contar con el transporte como gasto adicional. Sería ridículo pagar 120 kWh por un combustible que nos rendirá 100 kWh, por eso se estimularía enormemente de forma natural la producción de energía a nivel local, sumándose así otro ahorro importante en las emisiones contaminantes y en el descenso de los precios finales de un producto. Esto no significa que el crudo pierda su valor, si no que será más apreciado como fuente de materias primas que como combustible.
A nivel financiero se pueden aplicar muchas fórmulas actuales a la negociación con energía como valor económico, por lo que los bancos y compañías energéticas tienen asegurado su futuro en el sector del crédito, si bien, con el transcurrir del tiempo los márgenes de las operaciones serán más claros y los intereses tenderán a reducirse, al tiempo que el número de operadores podría aumentar. En cualquier caso, todos los sectores, personas y organismos tendrán que someterse a las leyes del mercado al igual que sucede hoy en día, resultando de ello un proceso de equivalencia de los productos en energía tanto en razón de su coste energético real como en razón de su demanda en el mercado.
El proceso de instauración de un valor de referencia energético es perfectamente compatible con los actuales sistemas económicos. No es necesario crear nuevas infraestructuras de ningún tipo. Solo es necesaria la iniciativa de las empresas energéticas y que los ciudadanos acepten el valor de energía como valor de intercambio. Los ciudadanos aceptarán este nuevo valor energético si las compañías generadoras se comprometen a respaldarlo, pues es un gasto corriente universal y ampliamente conocido. Además el hecho de aceptar pagos en forma de energía implica una revalorización automática en relación a las monedas convencionales, pues el precio de la energía sube constantemente. Las posibilidades de éxito de una iniciativa en este sentido son muy altas, pues todas las partes ganan, y quienes tarden en sumarse a la iniciativa serán conscientes de los sobrecostes de su decisión de forma evidente si sólo siguen operando con el sistema tradicional lastrado por la inflación.
José Ramón Varela Fernández
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