Hacia la década de los 60 comienza a desarrollarse una polémica “en el campo de la teoría del capital entre profesores de la Universidad de Cambridge (Inglaterra) y del M.I.T (Cambridge, condado del Estado de Massachussets, en EE.UU), denominada, precisamente por el sitio de “residencia” docente de sus miembros, la “Controversia de Cambridge”, se conoció al grupo de profesores que defendían la tesitura neoclásica como “clásicos keynesianos” (o keynesianos de la “síntesis neoclásica” como Samuelson, Solow, Meade, Sawn, Levhari) por diferenciación con los economistas “críticos” de la Cambridge británica, adjetivados como “postkeynesianos” (...) entre estos críticos revolucionarios se destacaron L. Pasinetti, N. Kaldor y (...) Joan Robinson” (Figueras, J. A.; 2003).
La postura de los poskeynesianos se erigió sobre el modelo de Sraffa, y apuntaba a descubrir algunas inconsistencias internas de ciertas proposiciones fundamentales de la teoría neoclásica agregada. En especial sobre dos cuestiones esenciales: por un lado, “la idea de que es posible definir a nivel agregado una cantidad de capital”, la cual apunta directamente a probar la validez conceptual de la función de producción agregada neoclásica; y por otro, “la conclusión de que en equilibrio de largo plazo la tasa de beneficio y la intensidad de capital aparecen inversamente asociadas” (Monza, A.; 1985). En este último punto entra en discusión el fenómeno de “reversión del capital” o “reversión de técnicas” (reswitching).
La Validez de la Función de Producción Agregada
Las discusiones en torno a la validez de la función de producción agregada se abrieron a partir del artículo de Joan Robinson en 1953, “The production fuction and the theory of capital”, en donde se cuestiona el tratamiento neoclásico de la variable capital de la función de producción agregada y la noción de fondo de una relación agregada puramente técnica entre el capital, el trabajo y el producto. Básicamente se cuestionaba el hecho de que “en la teoría neoclásica, la función de producción (uno de cuyos determinantes es el capital) contribuye a la determinación de los precios relativos de los bienes y de los factores. No obstante, el capital resulta de naturaleza heterogénea. Por lo tanto, para agregarlo en una sola magnitud es necesarios usar precios. De esto se desprende la necesidad de utilizar precios para llegar a determinar precios” (Figueras, A. J.; 2003).
Para comenzar el tratamiento de este problema se puede derivar la relación entre el producto por hombre ocupado y el capital por hombre ocupado (q = q(k)) a partir del modelos construido por Sraffa. Más específicamente será necesario determinar la unidad de medida del producto y del capital heterogéneo para establecer la relación en términos del valor del producto por trabajador y el valor del capital por trabajador.
Se sabe que a cada valor factible del salario real le corresponde un vector particular de precios naturales. Se puede, consiguientemente, utilizar los precios así determinados para valuar el capital por hombre utilizado en cada industria y también el producto por hombre resultante. De esta forma se obtiene un par ordenado (qi; ki) para cada actividad, el cual dependerá de las técnicas utilizadas en el proceso productivo y del salario real vigente.
Ahora bien, el par agregado (q, k) correspondiente a la economía en su conjunto podría determinarse como un promedio ponderado del conjunto de pares sectoriales (qi; ki), donde los pesos (ponderadores) podrían venir dados por la estructura sectorial del empleo, la cual está determinada por la estructura sectorial del producto. De esta forma, dado el método de producción en uso de cada industria y la estructura social del producto, es posible asociar a cada valor w un par (q, k). Este par no es otra cosa que un punto sobre la función de producción agregada, donde ambas variables no están medidas en unidades físicas propias sino del numerario que se haya elegido.
Existe, sin embargo, un paso intermedio que no ha sido mencionado hasta ahora. Este viene dado por la disponibilidad de varias técnicas para producir una misma mercancía. De este modo, la economía puede recurrir a todas las combinaciones posibles entre estas técnicas alternativas, donde el total de las cuales no es sino el stock de conocimiento de la economía (conjunto de tecnologías posibles; ver sección IV.a). Entonces, si los que deciden la elección entre las alternativas posibles se comportan de modo de maximizar la tasa de beneficio, es evidente que se elegirá aquella matriz de insumo-producto (tecnología) que maximice r para cada nivel de salario real. De esta forma, para cada valor de w se necesita determinar, en primer lugar, la combinación de técnicas elegibles (tecnología), y luego, los precios naturales que correspondan, para dicha tecnología, al salario real fijado. Así, cada tecnología tendrá asociada una frontera de salario propia. A partir de aquí es que se genera la función q(k).
Luego, dicha relación agregada q(k) involucra aspectos vinculados con la elección de tecnología y la distribución del ingreso. Si bien esta relación reproduce la función de producción agregada neoclásica, su naturaleza y significado es totalmente distinta. La relación productiva única ex ante puramente técnica, tal como la conciben los neoclásicos, resulta ser lógicamente inconsistente. Para que dicha relación agregada sea única, es necesario entenderla como una relación ex post que contiene ya resueltos los problemas de maximización mencionados. De manera que, “es imposible definir una cantidad de capital en el nivel agregado, esto es, medir el “capital” con independencia de la tasa de beneficio. Cuando el capital es heterogéneo, su medición agregada requiere el conocimiento previo de los precios éstos, como se sabe, dependen de la tecnología en uso y de la distribución del ingreso prevaleciente” (Monza, A.; 1985).
Junto con ello, se caen también las nociones de productividad marginal del capital y del trabajo tal como se derivan de la función de producción agregada neoclásica. La relación ¶q/¶k mide el incremento del valor del producto global por unidad de aumento del valor del capital global cuando el nivel de empleo se mantiene constante, pero lo hace en sentido de una comparación entre dos posiciones alternativas de equilibrio en el largo plazo, es decir, en sentido estrictamente ex post. De este modo, resulta imposible calcular este mismo cociente de una manera ex ante tal como lo postula la función de producción agregada neoclásica.
El Fenómeno de Reversión del Capital
Una de las proposiciones que se ponen a prueba mediante la utilización del modelo de Sraffa es la conclusión neoclásica de que, cuando se comparan dos posiciones alternativas de equilibrio de largo plazo, aquélla que exhibe una mayor relación capital-trabajo exhibirá también una menor tasa de beneficio. En otras palabras, “si se aumenta la dotación de capital por hombre ocupado en condiciones de tecnología constante, caerá la tasa de beneficio (aumentando el salario real)” (Monza, A.;1985). Este resultado se apoya en el buen comportamiento de la relación de producción agregada neoclásica, cuya validez fue tratada en la sección previa[1].
El redesplazamiento de tecnología permite concluir que la proposición postulada por los neoclásicos, lejos de ser una implicancia necesaria, es totalmente contingente ya que el resultado opuesto es igualmente posible. Por redesplazamiento de una tecnología “se entiende el hecho de que el conjunto de métodos de producción que es elegible para un cierto nivel de salario y luego desechado en niveles superiores, vuelve a tornarse elegible para niveles todavía más altos de salario”. En otras palabras, esto significa que una cierta matriz de insumo-producto, puede permitir maximizar la tasa de beneficio para un rango de valores del salario real, pudiendo ser éste discontinuo. Este hecho puede observarse en el gráfico 2, donde se representa un conjunto de fronteras de salarios para cuatros tecnologías diferentes. La curva envolvente representa las combinaciones máximas de salario real y tasa de beneficio obtenibles dado el stock de conocimientos (conjunto de tecnologías). Allí puede observarse que una misma tecnología intensiva en mano de obra, como podría ser el caso de la representada por la curva “A” por ejemplo, puede resultar ser la óptima, tanto para determinados niveles bajos de salario como también para rangos más altos de los mismos (bajos niveles de la tasa de beneficio). Situación que se observa en los dos extremos de la curva envolvente representada con el trazo más oscuro en el gráfico 2.
Gráfico 2: Frontera de Salario |
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